La cuento porque total ya prescribió.
Para fines del año 1.971, teníamos unos datos precisos del lugar de la casa de un profesor nuestro donde guardaba los borradores de los últimos exámenes del año.
Ya a esa altura del año, con la euforia cotidiana del último año, con el calor que hacía, después de haber llevado a cabo el viaje de egresados, preparándonos para la cena y la recepción, ya nadie tenía ganas de estudiar, aunque algunos necesitaban nota para no llevarse la materia.
Por lo que decidimos hacer una "visita" a la mencionada casa.
Fuimos en auto unos cuatro o cinco compañeros (yo siempre creí que era el el "Rambler" de Silvia Inés, pero ella no recuerda).
En la casa no había nadie, pero sabíamos como entrar (algunos compañeros solían "frecuentar" la misma).
Buscamos donde teníamos que buscar, encontramos las pruebas y para agilizar el trámite nos organizamos para que cada uno copiara un tema.
Así lo hicimos, y en no mas de 15 minutos ya teníamos todo, asi que nos rajamos.
Cuando volvíamos, en el auto, me percaté que me había olvidado la corbata en la casa.
Con los nervios y el calor me la había sacado, y me la olvidé en la mesa donde copiamos las pruebas.
Me putearon en arameo los vagos, pero al final decidimos no volver para no arriesgarnos a que algún vecino nos delate o llame a la policía.
"Total, dijo uno, el profe colecciona corbatas, así que no se va a dar cuenta..." algo que era totalmente cierto (es decir, que coleccionaba corbatas)
Al día siguiente, compartimos con el resto el "botín" aunque, finalmente, no sirvió para nada porque el profe decidió cambiar las preguntas.
Llegó el día del exámen, y cuando iba concluyendo el tiempo, el "profe" empezó a retirar las hojas.
Y cuando pasó por mi banco agarró la mía y -sin decir absolutamente nada- dejo sobre mi pupitre...mi corbata!
Nunca me voy a olvidar de ese gesto, y del calor que me agarró.
Luky
"Buscando a Rosa..."
En el año 1.994, aproximadamente, cuando comenzamos a organizarnos para conmemorar los 25 años de nuestra promoción, Rubén Gimenez, el Gordo Benítez y yo, comenzamos con la tarea de tratar de ubicar a los compañeros.
Mediante un recorte periodístico que nos facilitó Silvia Inés (se lo puede ver en "nuestra historia en fotos"), pudimos recordar los nombres de todos ellos.
Con la gran mayoría no hubo problemas para ubicarlos porque casi siempre los veíamos, o sabíamos la dirección de sus casas o de sus trabajos.
Es así como ubicamos a la flaca Scocco viviendo con su familia en Merlo, Provincia de Buenos Aires; María Silvia y Carlos Aranda en Posadas (Misiones); Juan Almada (Almada grande) en Loreto (Corrientes); el "Toclio" Brenn en Itá-Ibaté (Corrientes); "Finito" Giménez, en Encarnación (Paraguay); el "Cuchu" Aquino, en Barcelona (España); Adela Alegre, en Resistencia (Chaco).
El resto, a todos, los ubicamos en nuestra Ciudad.
A la única que no podíamos, año tras año, ubicarla, era a Rosa E. Fernandez, "Rosita" como le llamabamos.
Por comentarios, sabíamos que en el año 1.971 ella había tenido una desgracia familiar y, ni bien terminó ese año, se había vuelto a Santa Rosa (Corrientes) de donde era oriunda, para estar al lado de su madre.
Era todo lo que sabíamos.
Año tras año, desde entonces, nos preguntabamos entre nosotros para ver si podíamos encontrar algún otro dato que nos permitiera encontrarla.
Llamamos a la Intendencia de Santa Rosa, a los de apellido Fernandez de la localidad, pero siempre la búsqueda resultaba infructuosa.
Hasta que a fines del año pasado, Dios se puso a darnos una mano...
Conseguimos que una radio de Santa Rosa, llamada FM la Ruta, iniciara a nuestro pedido una campaña que ellos mismos denominaron "Buscando a Rosa..."
Como tienen una página web, publicaron una foto de la promoción que nosotros le mandamos por correo, identificando específicamente a Rosita.
Al día siguiente, recibí un llamado de la producción de la radio, pidiéndome que ingrese a la página web porque había noticias...buenas.
Inmediatamente lo hice y allí me enteré que un hermano de Rosita había escuchado de casualidad por radio la promoción de la búsqueda, que se había acercado hasta la emisora donde vió la foto y reconoció a su hermana.
Les contó que la misma vivía hacía mas de veinte años en Villa Ballester, Provincia de Buenos Aires, con su esposo y sus hijos y le dejó (en forma reservada, obvio) el número de un teléfono para que hicieramos contacto.
Esa misma tarde tomé contacto con la misma, que no pudo evitar la emoción del reencuentro.
Actualmente nos comunicamos por correo eléctronico, o las "chicas" la llaman por teléfono.
Para fin de año, si Dios quiere, nos prometió que va a estar con nosotros.
Luky
"Cosas que pasaron en el viaje de egresados"
1. "Un compañero que era muy pero muy terrible, se quizo hacer el vivo en una casa de artículos regionales en la villa turística de Carlos Paz (Córdoba) en la segunda etapa de nuestro viaje de egresados. Se acercó a un estante de postales, miró para todos lados, agarró una y cuando la quizo meter en el bolsillo de la campera, se vino abajo toda la estantería. No se dió cuenta que las postales estaban todas atadas con un hilo fino y transparente, precisamente para evitar lo que él estaba haciendo. La cara del tipo era un tomate cuando tuvo que levantar todo lo que había echado..."
2. "Otro compañero, en la misma villa, hizo una verdadera excibición de caradurez. Estábamos con unos compañeros en una casa donde vendían vinos, cuando vemos entrar al vago que agarró una damajuana de 5 litros que estaba apilada con un grupo cerca de la puerta y muy tranquilo se acercó al vendedor (que no había visto lo que hizo) y le preguntó si había quesos o no sé que cosa. El empleado le contestó que no, y el tipo muy campante se mandó a mudar...¡con la damajuana!. Los que estábamos no podíamos creer lo que estábamos viendo y nos fuimos cagandonos de risa antes de que nos descubrieran. Esa noche, dos o tres se llevaron un pedo monumental..."
3. "Hubo uno que batió todos los records. De ida, cuando aún no llegábamos aún a Mendoza, el com`pañero (benjamín del grupo) le compró un osito peluche a su hermanita. En la primer noche que pasamos en Mendoza, nos habían dado el dato de un lugar donde había "chicas" con quien compartir un rato de ocio, y hacia allí fuimos. Creo que éramos 4 o 5 los de la comitiva, entre ellos el que compró el osito peluche. Recuerdo que el lugar era bastante lejano del hotel "España", donde nos hospedábamos, y que era muy, pero de muy mala muerte. La cuestión es que solo entró el que compró el osito y al cabo de un rato salió bastante excitado el tipo...y sin un mango. Era la primer noche, del primer día del viaje y el vago se había quedado sin un peso! Y hasta que volvimos los muchachos le gastaron al benjamín y el que mas sufrió fué el pobre osito. Todas las noches un compañero, abogado hoy en día, lo ponía en el inodoro del baño de la pieza del hotel, y tiraba la cadena...!
4. "Una noche en Mendoza, medio que nos calentamos los varones del grupo porque las chicas se mandaron a mudar solas. Era de madrugada y las tipas no venían, por lo que decidimos darle una lección: la esperaríamos y desde la terraza, cuando llegaran, las íbamos a bañar con agua. El problema era que en Mendoza difícil encontrar globitos de agua (chupitas,bah). A uno de los compañeros, hoy prestigioso médico, se le ocurrió comprar preservativos (forros) así que buscamos una farmacia de turno y entramos. Buenas, dijo el farmaceútico, qué necesitan chicos? Preservativos, le contestó el hoy médico. Cuántos le doy, preguntó el hombre y el tordo muy campante le dijo: y..una o dos docenas. Epa, que joda se están por mandar ustedes dijo el tipo...!
5. "En Mendoza, en el mismo hotel donde parábamos, lo hacía también una delegación del colegio San José de Corrientes y otra de Paraná, todas mujeres. No sé quien fué el guaso que una noche se le ocurrió poner un salame con preservativo (forro) y todo en el picaporte de la puerta de una de las habitaciones que él suponía era de las "fruncidas" del San José. Resulta que se equivocó y lo puso en una que correspondía a nuestras compañeras, una de las cuales (hace poco me confesó, toda colorada, que fué ella), sabiendo la intención del guaso, agarró el salame y se la puso en otra puerta de la otra delegación. Resultó que justamente era la habitación que ocupaban las monjas que acompañaban la delegación. Estuvieron a punto de expulsarnos del hotel al día siguiente...
6.- "Ya regresando, paramos una tarde en Santa Fé, y salimos a caminar por la calle principal (creo que se llama San Martín). Con tanta mala suerte que nos topamos con una movilización de estudiantes (era el año 1.971). Corridas, gases, un despelote. Un policía, cuando nos individualizamos, nos hizo entrar a un cine y nos dijo que nos quedaramos ahí hasta que pasara todo. Recuerdo bien que la película (que acababa de comenzar) era "Anónimo Veneciano". En medio de la excibición, un compañero se levanta, va hacia adelante y se sienta al lado de una compañera aprovechando que se había sentado sola (humm!!!!). No sé que le habrá dicho y/0 hecho, que en el silencio se escuchó una seca y sonora bofetada, haciendo que el vago, despacito recorriera el camino de vuelta...nadie nunca preguntó que había pasado, pero todos escucharon y no faltó el que dijo: oke tu c.....! "
EL REENCUENTRO
La promoción 71´ de peritos mercantiles de la gloriosa Escuela Nacional de Comercio “Manuel Belgrano”, estuvo compuesta por 95 alumnos.
19 de ellos pertenecieron al 5to. Año “A”; 39 al 5to. Año “B” y los 37 restantes al 5to. Año “C”.
Luego de recibirnos, solo en contadas oportunidades –por lo menos en lo que se refiere a la división “C”- nos reunimos, a pesar de que nos solíamos ver seguido por las calles de la ciudad, en un club, en algún evento.
Cada uno de nosotros, supongo, nos dedicamos a consolidarnos en nuestros trabajos, acceder a un título universitario, formar nuestras familias, y eso era más “urgente” que tomarnos un tiempo para juntarnos.
Yo recuerdo una que otra reunión en lo de María Silvia, allá en el barrio “Yapeyu”; otra en la casa del gordito Benítez, por San Lorenzo casi costanera.
Cuando faltaban dos años para que se cumplieran los 25 años de nuestra promoción (bodas de plata, año 1.996), hicimos la primera convocatoria mas o menos ordenada y fuimos a comer a la parrilla “Puente Pexoa”, que tenía de administrador a nuestro compañero José Sanchez. Recuerdo que estuvo la flaca Scocco –que para ese tiempo ya vivía en Buenos Aires- el Tato Medina, Rubén Giménez, Griselda Torales, Gustadito Vargas, entre otros.
Creo que fue en esa reunión que me empezó a picar el “bichito” de intentar juntar la mayor cantidad de compañeros de nuestra promoción, pero limitados a los de nuestro curso ya que con los de los otros no teníamos contacto, mas allá de algunas amistades en lo personal.
Ese “bichito” surgió porque noté, en esa reunión, cosas que me impresionaron gratamente.
La primera de ellas fue el aprecio que nos teníamos unos de otros producto, supongo, de los buenos recuerdos de la época que nos tocó vivir, a pesar de que -desde que nos habíamos recibido prácticamente- la mayoría de nosotros no habíamos hablado nunca, incluso con algunos (con la flaca Scocco, por ejemplo) hacía mas de 20 años que no la veíamos.
Al rato de estar compartiendo una mesa tenía la sensación de que el tiempo no había pasado para nosotros; estábamos allí, conversando, riéndonos de cosas que pasaron hacía mucho tiempo… ¡como si hubiera sido hacía unos días!
La otra cosa que ocurrió fue darme cuenta -ante el comentario de no sé quién de los presentes- que, entre nosotros, nunca había habido ninguna pelea, ninguna confrontación o diferencia “seria” digamos, a pesar que la época compartida finales de los 60, principios de los 70, nuestro país estaba muy convulsionado, políticamente hablando.
Siempre nos llevamos muy bien, algunos con algunos mas que con otros, pero eso era natural. Yo con el Jorge “el Tato” Medina (yo nomás lo llamo con ese sobrenombre), con el que compartí el banco durante los cinco años del secundario, no recuerdo haber estado peleado y que haya pasado un día sin hablarnos, por ejemplo.
Luego me di cuenta que ambas cosas eran las que me atraían para empezar a buscar al resto. Lo habíamos pasado muy bien esas 3 o 4 horas que estuvimos juntos y porque no hacerlo nuevamente, con mas compañeros y mas de seguido.
De todas maneras, fue recién después de unos años, en el 2.005, cuando comenzamos a “invertir” tiempo en la búsqueda de nuestros compañeros, de los que –en su mayoría- teníamos datos muy difusos sobre sus quehaceres, sobre sus vidas.
Los que comenzamos con la “tarea” fuimos el gordito Juan Pedro Benítez, Rubén Gimenez y yo.
Intercambiando datos entre nosotros, y a medida que íbamos localizando compañeros, recogiendo otros, nos permitieron ubicar a la mayoría de ellos, consiguiendo teléfonos y direcciones.
Recuerdo algunas anécdotas:
De “Tere” Alvarez sabíamos que vivía por la calle Roca, entre Rivadavia y Moreno creo, porque una vez alguien le llevó a esa dirección una invitación para una de las fiestas de fin de año.
Fuimos, pero ya no vivía allí; unos vecinos nos dieron otra dirección que quedaba bastante lejos de ese lugar (creo que era por Cazadores Correntinos) y cuando fuimos con Rubén al lugar indicado, tuvimos que salir rajando de una manada de perros enardecidos.
Encima tampoco vivía ya en ese lugar. Luego la encontramos en su casa del barrio Laguna Seca.
Hoy día ya es más fácil comunicarse con ella porque tiene celular y una dirección de correo electrónico.
La otra, esta mas triste, que siempre recuerdo fue cuando fuimos a buscar a Ana del Rosario Benítez.
Sabíamos que vivía al lado de la Iglesia de la Pompeya , por la Avenida Armenia , cerca de mi casa paterna y allí fuimos el Gordito, Rubén y yo, una mañana de verano. Golpeamos y nos atendió una chica joven, que desde lejos nos dimos cuenta que podía ser la hija de Ana por la altura que tenía.
Bueno, preguntamos por Ana y, a requerimiento de ella, le contamos que éramos compañeros del secundario de Ana y que queríamos invitarla para un encuentro de la promoción que se hacía para fines de ese año. Para sorpresa nuestra nos comunicó que ella era su hija y que su madre había fallecido hacía unos dos años atrás.
El gordito no aguantó y rompió en lágrimas, mientras Rubén y yo nos disculpábamos con la chica.
Por supuesto, ese día no fuimos a buscar a nadie más.
Y la tercera de las anécdotas que quería recordar era la de la búsqueda de Rosita Fernandez.
De ella solo sabíamos, mediante el relato de Yoly Sosa, que había tenido después de la cena de los egresados (en la que se presentó conmigo, de eso también recordé por una foto que ella mandó tiempo después) un problema familiar que había impedido su participación en la fiesta de recepción ya que había tenido que viajar urgentemente a estar con su madre, decían que a Santa Rosa, de la que era oriunda. Pero nadie podía dar fe de ello.
Durante dos o tres años hablamos telefónicamente con el comisario del pueblo, con los bomberos, con el Intendente Municipal, pero siempre con el mismo resultado: nadie sabía nada de ella.
Hasta que en el año 2008, un funcionario municipal de Santa Rosa nos recomendó que habláramos con unos periodistas de una FM local, denominada La Cueva que tenía un gran alcance en la zona y era muy escuchada.
Sin muchas esperanzas llamamos a la radio, hablamos con un periodista a quien contamos la historia y se interesó por ella pidiéndonos, incluso, que si tuviéramos una foto de Rosita lo hiciéramos llegar por correo electrónico ya que la radio tenía una página Web.
Así lo hicimos y armaron un spot denominado “Buscando a Rosa” donde cada 30 minutos relataban nuestra búsqueda y publicaron en la página la foto que le habíamos mandado.
Dos o tres días después recibo una llamada en mi casa de la radio indicándome que se había conectado con la misma un muchacho que aseguraba ser el hermano de Rosita, que estaba trabajando en el campo y escuchando la radio se enteró de la búsqueda y por las características físicas que hacía el periodista se acercó a la emisora y constató que la persona indicada en la foto era su hermana.
Que ésta vivía, hacía más de 30 años, en Villa Ballester, Provincia de Buenos Aires con su esposo e hijos y dejó un número de teléfono para que la llamáramos y que él le avisaría lo que pasó.
La llamamos, y acordamos que ese fin de año o a principios del siguiente, se vendría con su esposo a reencontrarnos, cosa que realmente sucedió. Antes de ello, María Silvia Martínez y Carlos Aranda, la visitaron en su casa en la Provincia de Buenos Aires.
En el mes de agosto del año 2.009, en un viaje que hicimos a Buenos Aires con mi esposa, como siempre salimos a pasear con Bocha Velilla que –además de ser mi comadre- es la esposa de Fernando Iglesia, amigo y compañero de promoción. El pertenecía a la división “B” y cuando le conté lo que veníamos haciendo, me manifestó que sería bueno que “organizara” también al resto de la promoción, es decir a los compañeros del “A” y del “B”.
Yo le dije que no tenía problemas, pero que él se encargara de elegir y convocar a representantes de cada uno de los cursos.
Fue así como en ese mismo año, nos reunimos en la oficina y en la casa de Silvia Blugerman con Kekela Starck, Pacho Rosetti y Armando Boschetti para organizar una reunión conjunta de las tres divisiones para fines de ese año que, vale la pena aclarar, mis compañeros de curso con los que siempre nos reuníamos estuvieron de acuerdo, algo que me sorprendió.
Bueno, yo les conté el procedimiento que habíamos utilizado para ubicar a nuestros compañeros de curso en años anteriores y ellos comenzaron a hacer lo mismo que no es otra cosa que armar una lista y, a medida que se van ubicando algunos, preguntar por los otros que faltan.
Ayudo mucho también el Telexplorer que es un sitio de Internet donde uno pone el nombre de una persona y si tiene un teléfono fijo en su domicilio, se encuentra el número telefónico y la dirección postal de la misma; también por facebook encontramos a algunos, fundamentalmente a los que no viven en la Argentina (como por ejemplo, Wanda Andrescu, Esteban Lopez Conigliaro, Anadela Lifchitz y Kely Levy, que vivían en esos momentos en España, en Asunción y en Israel en el caso de las dos últimas, respectivamente).
A fines de ese 2.009 se produjo la reunión a la que la denominamos “EL REENCUENTRO – 1RA. PARTE” a sabiendas que muchos compañeros de ambos cursos no concurrirían no porque no pudieran, sino simplemente porque no habíamos podido ubicarlos aún.
Así y todo, la concurrencia fue muy importante.
Volví a notar en esa oportunidad, la felicidad que producía en todos nosotros encontrarnos, volver a estar unos momentos entre quienes habíamos compartido 5 años de nuestra adolescencia
A algunos, como me pasó a mí personalmente con José Alvarez Hayes, yo no lo veía ni sabía nada de él desde hacía 38 años, a pesar de que éramos vecinos en el barrio donde vivíamos. El y su familia, ni bien terminamos el secundario, habían ido a vivir a La Plata y nunca más supimos nada uno de otro.
En aquella noche del 2.009, solamente Coqui Rivas, también vecino nuestro en el barrio y amigo de la infancia, entendía porqué él cuando se dirigía a mi me decía “Chime” y yo cuando me dirigía a él le decía “Titito”; eran nuestros sobrenombres de esa época, que hoy día ya casi nadie los usa para llamarnos.
En esa reunión ya convenimos trabajar mas el año siguiente para ubicar al resto de los compañeros y –por suerte- se agregó al grupo organizador el negrito Roberto Duarte.
Con él, durante todo el año 2.010, buscamos al resto de los compañeros.
Fuimos hasta la entrada a Santa Ana para hablar con Elvira Díaz que apenas reconoció al Negro, su compañero de curso; nos metimos en barrios de viviendas para hablar con Rosa Franco, con Susana Aguirre, con Luis Pereira, entre otros; empezamos a contactarnos vía mail con Bety Szames y Andrés Fernandez (en Buenos Aires), con Vanda Andrescu (en España), con Anadela Lifchitz y Kely Levy (en Israel), con Graciela Barboza (en Neuquén), con Luis Revilla (en Bariloche), hablamos por teléfono con María Alicia Molina (vive en Saladas), con Alberto Demaria (vive en Buenos Aires); en una de las tantas visitas que hicimos a la Escuela , descubrimos que trabajaba allí Lucía Veron.
Llegamos así a fines de ese año 2.010 y nos volvimos a juntar en una fiesta que llamamos “EL REENCUENTRO - 2DA. PARTEe” del que no participaron muchos compañeros y, la verdad, estábamos bastante bajoneados todos por el fallecimiento –en marzo de ese año- de nuestro compañero Fernando Iglesia.
En la misma acordamos que íbamos a tratar de organizarnos lo mejor posible para el año siguiente, ya que era el 40 aniversario de nuestra promoción, inclusive se comenzó a hablar de hacer un viaje rememorando el que hiciéramos 40 años antes, los de “C” a Mendoza y los del “A” y el “B” a Bariloche.
También de organizar un evento en la escuela que nos permitiera reivindicar el hecho de que las autoridades de aquella época no habían querido hacernos el “Acto Académico” que se estilaba donde se recibían los títulos de peritos mercantiles y se juraba fidelidad, por un problema de disciplina y comportamiento de algunos compañeros.
Durante todo el 2.011 se fueron sumando compañeros a las reuniones mensuales que un sábado al mes hacíamos en la quinta de Silvia Blugerman, fuimos a la escuela a plantear a las autoridades la inquietud y para nuestra sorpresa, tanto la Rectora como el Vice, los profesores María Rosa Delfino y Daniel Fernandez, se mostraron muy entusiasmado por la idea, así que empezamos a diagramar lo que luego sería el acto, cuya fecha fue fijada para el 16 de diciembre.
Con los objetivos fijados, primero un grupo reducido de los tres cursos (en total 16 ex alumnos) viajamos a Salta, en un viaje inolvidable por lo bien que lo pasamos, e inmediatamente nos dimos la tarea de ubicar a los 90 compañeros de la promoción (5 fallecieron), invitarlos y acordamos hacer todo lo posible para sortear los obstáculos que pudieran haber para que concurran al acto y a la fiesta que sería el día siguiente.
Solamente nos faltaba ubicar a dos compañeros: Ramona “Mimí” Sena y Rolando Dalinger que acá, a modo de anécdota, vamos a relatar cómo fue que los encontramos.
Con Dalinger tuvimos el problema de que su apellido, en la página de los diarios locales de la época que nos permitió saber los nombres de toda la promoción, figuraba como “Darinyer”. Ni en la guía telefónica, ni en el Telexplorer, ni en el facebook, naturalmente, podíamos encontrarlo, obviamente, por tal motivo.
En una de las reuniones mensuales, un compañero cuyo nombre no me acuerdo, me contó que estando en Goya había visto en un programa de televisión, de pesca, una promoción comercial donde se lo nombraba a un tal Rolando Dalinger. En los días siguientes, aprovechando tener gente conocida en la ciudad, consulté a uno de ellos si conocía a tal persona y para mi sorpresa me contestó que había una persona con apellido Dalinger (no Dalinyer) que tenía una farmacia, y que él conocía. Le di algunas referencias para que pueda ir a hablar, y al otro día me llamó para contarme que efectivamente, había hablado con una persona en la farmacia que sabía que el Sr. Dalinger se había recibido en el secundario en una escuela en Corrientes, Capital.
Era su hijo, y por él nos enteramos que Rolando vivía en Córdoba Capital, nos dio un número de teléfono y una dirección de mail, datos estos que nos permitieron contactarlo y cumplir con el objetivo.
Lamentablemente, según nos manifestó el mismo compañero por correo, razones particulares le impidieron concurrir a las reuniones, en esta oportunidad.
Con respecto a Ramona “Mimí” Sena, no teníamos absolutamente nada para iniciar su búsqueda. Incluso, preguntamos a algunas compañeras que considerábamos eran las mas cercanas, como Rosa Franco, Norma Gomez y Elvira Diaz, quienes tampoco sabían nada de la misma.
Hasta que un día se me ocurrió preguntarle a Lucía Veron (que trabaja en la escuela) si nos podía averiguar el número de documento de la misma que en algún lugar seguramente habría quedado asentado, al igual que el resto de los alumnos, para que desde ese dato –en cualquier padrón electoral- pudiéramos ubicar a Mimí.
Días después nos acercó el número de la cédula provincial de la compañera, ya que en esa época, el documento nacional de identidad (Libreta Cívica o Libreta de Enrolamiento) se obtenía recién a los 18 años.
Con dicho dato, nos pusimos en contacto con algunos conocidos de las fuerzas de seguridad y conseguimos una dirección en la ciudad. Inmediatamente, el Negro Duarte fue hasta la casa y contactó con quien resultaría ser la hermana de Mimí, quien le contó que vivía en Río IV – Córdoba desde hacía bastante tiempo y que la llamaría para contarle que la andábamos buscando y si autorizaba nos iba a proporcionar su número de celular.
Algo que efectivamente ocurrió después de unos días: el Negro habló con ella, le contó lo que estábamos organizando y, finalmente, participó de los actos reencontrándose con sus compañeros, con muchos exactamente 40 años después.
Con estos dos últimos compañeros “encontrados” cerramos una etapa.
Ahora se viene la siguiente y que consiste en poder “interesarlos” a todos para que participen de las reuniones que seguramente se repetirán –mensualmente, según el deseo manifestado por todos-, tratando de convencerlos de lo bien que la pasamos y, como dirían algunas compañeras, mantener el recuerdo de una época que sin dudas fue la mejor.
Sintéticamente, esta es la historia de cómo se organizó el reencuentro de la promoción 71de peritos mercantiles de la gloriosa ESCUELA NACIONAL DE COMERCIO “MANUEL BELGRANO”
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